A veces, cuando me voy de vacaciones varios días, son pocas y quizá precisamente por eso... llego a pensar que al volver me pueda encontrar con alguna sorpresa: una ventana rota, la puerta forzada, las plantas marchitas...
Nunca hubiese imaginado que con Blogger me pudiese pasar algo siquiera parecido. Está en Windows pero no tiene cristales, su puerta siempre está abierta a todo el mundo (que quiera entrar) y es demasiado virtual como para marchitarse...
Pero mira por donde, después de otra de esas interrupciones angustiosas y prolongadas, he vuelto al blog y ¡ni lo reconozco!. Lo malo que según parece,
¡él a mi tampoco!...
Por más que le metía la llave en la cerradura no se abría. Me obigó a repetirle mi nombre hasta olvidar como me llamo. He tenido que renovar la contraseña, revisar las cuentas, preguntar a los vecinos... ¡Al final seré yo quien termine rompiendo sus Windows y forzando su puerta!...
Todo por la nueva interfaz dichosa: me la cambiaron en mi ausencia y me castiga por no haber estado en su implantación. Ha consentido que realice esta entrada pero desde el recibidor, no me deja pasar más adentro. No me permite configurarlo, ver los añadidos, tocarle su vestimenta... lo debe de tener todo escondido en alguna de esas habitaciones a la que ahora ni sé como pasar...
Me recuerda a Hal: ahora es él quién tiene el control. Pediré ayuda a ver si recupero lo que es mío porque si no, ya ni siquiera podré vivir a gusto en mi propia casa...
La próxima ausencia prolongada, lo llevaré conmigo, lo prometo...
Nunca hubiese imaginado que con Blogger me pudiese pasar algo siquiera parecido. Está en Windows pero no tiene cristales, su puerta siempre está abierta a todo el mundo (que quiera entrar) y es demasiado virtual como para marchitarse...
Pero mira por donde, después de otra de esas interrupciones angustiosas y prolongadas, he vuelto al blog y ¡ni lo reconozco!. Lo malo que según parece,
¡él a mi tampoco!...
Por más que le metía la llave en la cerradura no se abría. Me obigó a repetirle mi nombre hasta olvidar como me llamo. He tenido que renovar la contraseña, revisar las cuentas, preguntar a los vecinos... ¡Al final seré yo quien termine rompiendo sus Windows y forzando su puerta!...
Todo por la nueva interfaz dichosa: me la cambiaron en mi ausencia y me castiga por no haber estado en su implantación. Ha consentido que realice esta entrada pero desde el recibidor, no me deja pasar más adentro. No me permite configurarlo, ver los añadidos, tocarle su vestimenta... lo debe de tener todo escondido en alguna de esas habitaciones a la que ahora ni sé como pasar...
Me recuerda a Hal: ahora es él quién tiene el control. Pediré ayuda a ver si recupero lo que es mío porque si no, ya ni siquiera podré vivir a gusto en mi propia casa...
La próxima ausencia prolongada, lo llevaré conmigo, lo prometo...
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